Fiesta Patronal Coixtlahuaca 2011

El «Rayito» inauguró la fiesta el Viernes de Jaripeo; fue dominado de principio a fin por un jinete que despejó la tensión del ritual del agacharse, tomar un poco de tierra y persignarse. Notables los atuendos confeccionados con el sincretismo heredado del movimiento alterado y las luces multicolores de San Judas Tadeo.

‘Jinete’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

El ‘Catrín’ del ‘Rancho el Imperio’: enorme bestia que captó la atención de todos los presentes. Después de haber reparado en tres ocasiones, el jinete consolidó el éxtasis acumulado a lo largo de casi dos horas de saberse el artífice del plato fuerte. El jinete cayó y casi todos comenzaron a retirarse. Sólo se quedaron -nos quedamos- los borrachos.

‘El Catrín’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

Inguinche Coixtlahuaca y Jesucristo

‘Mayordomía’,  Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

La sátira de los huehues de origen poblano que disfrazaron la tensión de los voladores del cielo.

‘Huehue’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

Espectáculo de los voladores el Domingo.

‘Volador’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

Adornos multicolores de la Iglesia del ‘Divino Señor del Calvario’; protagonista principal de ésta ofrenda de energías. El calor obligó a los unos a beber una exquisita agua de chilacayota o a tomar un helado de pitaya; los otros acudieron a los establecimientos de cerveza para ver ganar a los poderosísimos pumas de la UNAM.

‘Divino señor del calvario’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

Bailes regionales a las afueras de la Iglesia.

‘Baile’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

Un güey le apostó como veinte mil varos al caballo perdedor. Observé la verdadera cara del tahúr impotente; el fuego interno de la frustración sin remedio. Una que otra pelea interrumpió el desenvolvimiento de las carreras. Un güey me timó y me ganó una sorjuanita; apelé por el caballo menos dopado y perdí: pinche moral no lleva a ningún lado.

‘Carrera’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

 

El derroche de las energías acumuladas en el jaripeo popular. Al principio todos medio serios (hasta las madrinas Eva y Hellen ¿a dónde tan peinadas?) y amontonados en las gradas hasta que los trescientos litros de tepache que donó Don Pulquencio el de la Ciénega lubricaron los vínculos de la alteridad. Advino la alegría colectiva y el poder inefable y singular de los posibilitadores de la fiesta.  Un locus sinfónico que viajaba a través de las montañas de la mixteca oaxaqueña. Uno que otro se echó una pestañita donde le fue posible sin temor a nada. Todavía faltaba cerrar con broche de oro en el baile después del necesario bajón en la feria donde los rostros se reconocían en la sonrisa cómplice por los arrebatos cometidos durante el día.

‘Fiesta’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

Fotografía: ‘Volador’, Miguel Juárez Figueroa, 2011

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