El mezcal me hizo ver a mis amigos muertos

para Alejandro Rojas

Quizás esa imagen que el espejo refleja
se pregunta también adónde he llegado yo,
en qué horror habito,
esa imagen que ahora me mira aterrorizada
detrás de su frágil defensa.
¿Cuál fue el error? ¿Es mía esa imagen?
Delirio en Veracruz
Malcolm Lowry

i.

Es el dolor lo que me despierta. Y se pasa la estafeta la laguna mental a la conciencia. El estertor del refrigerador no logra ocultar el silencio de la madrugada. Una ráfaga de balazos a lo lejos. Quiero decir, el sonido… ¿Balazos? No es algo extraño en Iztapalapa.

El sillón es confortable, pero la conciencia está aturdida. Mi perro respira con dificultad en el piso. Viejo y enfermo Schnauzer, que ayudo a subir. Lo pongo a mi lado; lo abrazo… Me tiento los bolsillos: la cartera, el celular, todo en su lugar. No extravié nada. Pero esta sensación una vez más….

El mezcal me hizo ver a mis amigos muertos. Desde el sentimiento a lo oscuro. Desde el reflejo que es luz. ¿Desde el espejo?… algo me aprieta en el pecho. Vaya sorpresa: la anforita en la bolsa interna de la chamarra: es mezcal… / Se apaga el motor del refrigerador. Y el silencio lo ocupa la tapa que gira… A lo lejos suena una ambulancia, ¿o es una patrulla?… Mi perro se inquieta y yo tengo que alejar los malos pensamientos: necesito el sabio consejo del mezcal. /

Enciendo la lámpara del buró. Y doy un trago…

ii.

Diana me canceló temprano. Lo lamenté, pues confieso que la posibilidad del encuentro concentraba mi atención. Había quedado en no beber hasta verla y por lo tanto no podía empezar mi texto para la presentación: tenía miedo. La aguja de la agrafia ya me insinuaba la advertencia de Eusebio: toda la vida vas a querer ser escritor, hasta que no tengas el valor de mirar dónde se quebró todo, que es la diferencia entre los escritores nenas y los honestos…

> Mezcal Virtud Veneno. Ancestral es el origen del mezcal, extraído del maguey silvestre espadín, y el cual se cultiva a 2500 metros del mar en la sierra mixe de Oaxaca…

Así es que soy libre de beber un formidable trago de veneno, y se me otorga a cambio la posibilidad de pergeñar: elixir de amistad, amor y muerte…

El celular suena y me distraigo: es Diana, un mensaje de facebook que dice que siempre sí, pero ya en mis venas transita el noble y astuto alcohol. Me doy valor y le pido que lleve puesta aquella minifalda gris nube. Y comienzo a recordar su sentido del humor, y su formidable trasero… En realidad sólo conviví con ella un par de veces en la Facultad de Políticas. Un seminario de investigación sobre instituciones electorales o algo que no alcanzo a recordar. No sé qué demonios hacía allí; —quiero decir yo, pero Diana también, pues era distinta a las demás, con esa discreta sensibilidad que va más allá de las ataduras académicas…. De la facultad me largué pronto y no supe sobre Diana hasta esa noche en que vi, desde el Metrobús, a tres chavas saliendo de un bar fresón, escandalosas y alegres, seguro ebrias. Y una era ella, y vestía la minifalda gris nube…

Y así llegó a la Alameda Sur. Con una blusa negra cubriendo las pequeñas tetas, y el culo magnífico, sostenido por las poderosas piernas. Muy diferente en apariencia a aquella chava discreta del seminario, exceptuando su sentido del humor. Nos sentamos en las inmediaciones, cerca de la fuente de los coyotes, donde le dimos un par de tragos a la anforita… Después me lanzó unas buenas bromas. Algo así como ai güey, Miguel y sus poetas malditos, ai güey, Miguel y sus malditos poetas…

Todo pintaba para un encuentro magnífico, hasta que recibió unos mensajes que revisó con inquietud. Según eso le había llegado un bomberazo’ urgente y pedía mi comprensión. Que ya sabía yo cómo era la academia en tiempos de elecciones… Yo dije que estaba bien pero en el fondo ya sentía el llamado de la selva, que es decir, como decía Eusebio, el llamado del mezcal: y el sonido de la expectativa lo atravesaba. (El olor de Diana allí mismo en la alameda, o después su perfil en el espejo. Su rostro siendo embestida en el espejo)… Todo esa visión yéndose en lo humeante, como un error… Y en la despedida la falda gris nube como una imagen…

Y ya se avista El espejo de la Luna… En donde se presentará el mezcal Virtud Veneno… Y este lugar que no es de muerte, sino de amistad y revelación… Y la primera imagen que me da es la de los bebedores, santos bebedores: mis amigos… Mezcal…

iii.

En la presentación decidí omitir el fragmento de la Noche del Infierno, de Rimbaud, que había puesto como epígrafe:

«He tomado un formidable trago de veneno. Me arden las entrañas. La violencia del veneno tritura mis miembros, me convierte en deforme, me derriba. Me muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, las penas eternas!
¡Ved cómo se levanta el fuego! Me quemo como es debido. ¡Venga, demonio!»

Es esta sensación una vez más. Una sensación de vacío en el pecho, que es al mismo tiempo un dolor. ¿Un presagio de madrugada? El primer trago de mezcal es rechazado por el cuerpo. Va bajando pero el reflujo lo lanza en forma de líquido amarillo. Directo al piso y el viejo Schnauzer se inquieta de nuevo. Ya el segundo llega con franqueza, se acomoda. ¿Es esto enfermedad o espejo, presagio, Tetzáhuitl, es mi fin o mi comienzo? ¿Es la soledad, maldita sea? Pero la calma llega poco a poco, y la imagen va surgiendo… Tezcatlipoca espejo humeante donde se observa el destino de los hombres. El mezcal humea y revela al hombre su condición. Verse y lograr ser capaz de sí, de enfrentarse a uno mismo: ver con honestidad dónde se quebró todo. Y escribir… Redención… /

La respiración del perro viejo es complicada, pero lo acompaño. Lo abrazo con más fuerza y parece que eso le agrada…. / Así que estuve en El espejo de la Luna, y el mezcal me hizo ver a mis amigos muertos…

iv.

La amistad se gesta contracorriente. Resiste y se crea a través del azar y la suerte. Los hilos invisibles del destino. Como el encuentro de dos hombres en la barra de una mezcalería. A primeras horas de la mañana. Como aquella vez que conocí a Luis Méndez un día de 2014, durante el viaje que hice a Oaxaca unos meses después de la muerte de Erasto Juárez, mi abuelo. La amistad se consolidó a través de la empatía literaria, pero sobre todo por lo simbólico en torno al mezcal. A pesar de lo peligroso de llevar la vida a través de esa mirada, nos acompañamos a la distancia caminando en el filo, mezcal mediante. Y ese vínculo me permitió dejar al abuelo en un inmenso mezquite de la loma Cushinady en Coixtlahuaca.

Mas lanzamos la moneda al aire, y a Luis le tocó partir primero. En la última charla que tuvimos quedé de visitarlo en Sola, y alcanzó a insistir en que procurara no beber si me atravesaba el desorden amoroso. Que era el peor momento para hacerlo, aunque daba lo mismo, si del error uno encontraba conocimiento, y sobre todo provocación a los policías de lo correcto… Hoy procuré seguir ese consejo, y entregarme en amistad. Y vaya que pasé bien por los filtros de fuertes bebedores de mezcal, cada uno según una forma de los Centzon Totochtin: los hermanos José Luis y Juan Manuel Landeros, desparpajados y alegres; Gonzalo Trinidad Valtierra y la banda de la editorial Vodevil, siempre dispuestos al descubrimiento y la embriaguez; y esa pareja que ha llevado el pan y el agave a la mirada: Alejandro Rojas y Abril Méndez…

Así que la amistad se consolida en destino. Y el entendimiento de la muerte se muestra en los nuevos amigos. Hoy evoqué a Luis en la presentación del mezcal Virtud Veneno, y fue inevitable que la aguja del dolor asomara sedienta, el hecho de no haberlo dejado. Y el mismo azar se hincaría ante sí mismo cuando en charla con Abril se develara algo que ya había quedado claro en la mirada: su cercanía familiar y espiritual (que es decir, mezcalera) con mi amigo… Y así fue que logré por fin dejar a Luis: en amistad, amor y muerte… En ese lugar de espejos, de luna de conejos ebrios, y revelación… Regresaré a recordarlo…

v.

El motor del refrigerador vuelve a activarse… Y recuerdo la vocecita de Diana diciéndome pero Miguelín viene usted borrasho’, y me dijo que no iba a beber, empezó sin mí, nooo, muy mal… La erección al escucharla… Y después yo maldiciendo que de la academia no sé nada, sólo que de allí me largué justo a tiempo…

El viejo Schnauzer se espabila y logra bajar por sí mismo del sillón, para después dirigirse al cuenco donde le doy de beber, y tocarlo con su patita derecha de manera que yo sepa que está sediento… Del exterior se filtra el humo del vecino que cocina tamales. Humo de leña como la que cose las piñas del maguey. El mismo olor, lo recuerdo… Es porque el día está comenzando… Le doy de beber al perro viejo, y después yo mismo un trago más de Virtud Veneno, porque también estoy sediento… Un sonido de otra patrulla al mismo tiempo que ladridos de perros callejeros… ¿Perros callejeros? De lo más común en Iztapalapa… El mezcal me hizo ver a mis amigos muertos, y a través de esa mirada descubrí un poco dónde se quebró todo, ¿Tetzáhuitl?… Comenzaré a escribir, acaso un texto sobre el Espejo de la Luna donde quepa el fragmento de Rimbaud, o mejor aún, los versos de Lowry en su Delirio en Veracruz, que es un poema de espejos que se quiebran… Puro simbolismo para caminar en el filo y provocar a los policías de lo correcto, que seguro juzgarán todo esto como puro sentimentalismo’… Y qué bueno… / ¡Venga, demonio!

Fotografía: Henri Cartier-Bresson, Volcán Popocatépetl, 1963