Delirio en Santa María Aztahuacán

I

pero el perro que vino
alentando su azoro,
no ha tenido
sitio en el hambre, sitio
en el sueño, sitio
en el asombro
Eliseo Diego

Los caminos de Aztahuacán
son silencios sordos,
bajo el otoño incipiente.

La luna de sangre
de historias maravillosas
atisba noviembre.

Y mi arquitectura
de borracho incauto
parpadea con los faroles

y no difiere
mucho de mi sombra.

En este, mi concierto del pasado,
la gente bebe
de la más puta
e impaladeable de las pociones

y nadie escucha más
que el ruido espeso
de una tuba monstruosa.

Y yo, ansioso de sosiego
pido consejo
para lidiar
con este corazón palpitante:

pero estoy solo
y no hay respuesta.

II

Hoy amé en las aceras
a una mujer de ojos marinos

que tal vez no vea de nuevo

y no importa:

es mejor no esperar nada

la expectativa es el infierno:
ese ardor
del amante inexperto.

Me voy a casa
con el anhelo de vivir:

va para esa mujer
el último trago de la noche

y este,

mi más sincero aullido.

‘Mano Negra’. Óleo sobre tela, Rafael Coronel