Michel Onfray – La fuerza de existir. Manifiesto hedonista.

Publicado en el número 1 (junio 2012) de la revista Pollo Rostizado (hedonismo cultural en movimiento)

Mi estadía en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM me legó dos aspectos negativos. Primero, una decepción sobre la verticalidad de una academia politizada, que opera con mecanismos similares a los de la democracia representativa mexicana: compadrazgos, nepotismo y protocolos oxidados (como el trámite de la tesis que representa un freno al ánimo de escribir de muchos jóvenes). En segundo lugar, un desánimo sobre las propuestas estudiantiles izquierdistas de cambio político, las cuales se encuentran delimitadas por la cerrazón ideológica y la pose, y que son comandadas por una caterva de “congruentes” y “neo-profetas” que mediante el báculo de la verdad que les ha heredado la lectura dogmática de autores como Marx y Bakunin, muestran el camino hacia cambio político a los «ignorantes» y «apáticos».

El colmo llegó un día que visité a mi asesor de tesis para mostrarle algunos avances de mi investigación. Después de hacerle entrega del trabajo de noches enteras, reprendió la excesiva libertad que me estaba tomando en seleccionar los autores y, máxime, algo que no tenía nada que ver con el asunto en cuestión: un ligero tufo a alcohol que desprendía mi persona derivado de la intención de invocar a las musas nocturnas con tragos de mezcal. Sentenció que los placeres no me llevarían a ningún lado, que si seguía en el “desmadre” iba a desperdiciar mis años dorados y que habría de arrepentirme en un futuro.

En ese contexto conocí la obra de Michel Onfray. Fue don Fernando, mejor conocido como “el señor de los libros” (un hombre sabio, barbudo y con boina, al que se le suele encontrar en la explanada de la facultad, desparramado y gozoso, estudiando textos que van desde estrategia política hasta novela policiaca) quien me lo presentó. Paciente y atento como siempre, sopesó mi intención de ejercer libertad en la escritura de mi tesis y mi desilusión sobre los prejuicios que algunos académicos tienen hacia despliegue del placer. “Para los que han adoptado para sí los cánones del mundo dominante, en el que se privilegia la inmediatez, ir a contracorriente significa una estupidez. Pero no hay bronca, siempre hay esperanza en éste mundo podrido, destellos que iluminan, así sea mínimamente, el próximo peldaño de un camino obscuro y contingente”. Me mostró su última adquisición: “La fuerza de existir. Manifiesto Hedonista” del autor francés. El libro me sorprendió desde que el epígrafe del primer capítulo: “Todo placer quiere eternidad”, Así habló Zaratustra, Nietzsche. Aquél día comprobé que uno no llega ni tarde ni temprano a los autores sino en el momento adecuado.

Ya en la lectura encontré un excelente diagnóstico de aquella realidad que me decepcionaba: la crítica a las formas académicas tradicionales ancladas en grupos y élites que se instituyen como depositarios de la verdad y que censuran al contrario (la propia historia de los cínicos se encuentra envuelta por ese manto: personajes como Demócrito fueron borrados por la historia oficial de la filosofía); el examen de las individualidades débiles que han adoptado para si la religión del dinero y del progreso (tendencia que reprueba la existencia de aquellos que han decidido optar por otras alternativas, como los indigentes, los borrachos y los locos); un repaso del riesgo que representa la religión y la cerrazón ideológica que tanta sangre ha derramado a lo largo de la historia; y la apreciación sobre la necesidad de rapidez, éxito y trascendencia que carcome a aquellos que se enfrentan a la contingencia económica, la cual ha incrustado la semilla del miedo que tanta chamba da a las clínicas psiquiátricas.

Ante este lamentable escenario, el filósofo francés propone tomarnos las cosas con calma. Uno vino al mundo a gozar, esa es la única condición de nuestra existencia: se vale sufrir pero algo anda mal cuando los displaceres son mayores que los placeres y cuando uno le hace la vida imposible a los otros. La vida es una fiesta pero sin mala-copear. Sin dañar a uno mismo ni al otro.

¿Cuál es el mecanismo para hacer la realidad medianamente soportable? ¿Cuáles son los puntos de un manifiesto hedonista?

  1. El ateísmo. Mediante la celebración de la carne, el vino y la embriaguez; la oposición a cualquier forma política que reprima el libre ejercicio de nuestra libertad y el rechazo a las grandes religiones e ideologías que encierran el pensamiento.
  2. Ética estética. Pensarse y vivirse. Existir para crear. Entendernos a nosotros mismos como los arquitectos de nuestra existencia sin buscar el sufrimiento como la musa incansable, pues éste llegará de forma inevitable y hay que estar preparados para hacerle frente. No idealizar a los otros sino entenderlos como hombres, y como tales, expuestos a la incongruencia y pragmatismo; esto con el fin de reivindicar la amistad, la lealtad y la posibilidad de generar lazos fuertes de convivencia con los demás.
  3. Una sexualidad fuerte y sin ataduras. Hay que gozar el carnaval de los cuerpos explorando y conociendo los terrenos y vericuetos más ocultos.
  4. Una estética cínica. Oponerse a la mercantilización de las formas estéticas que ha impulsado el arte líquido mediante la proclamación de la desaparición de lo bello.
  5. Una política libertaria. A la fuerza del capital hay que oponer una actitud rebelde desde la izquierda, la cual implica caminar junto a los desposeídos y apestados del mundo miserable que ha legado el sistema político y económico. Dios ha muerto, y también Marx, lo cual nos obliga a cuestionar las formas y estructuras dadas. La existencia es dándose, y a nosotros nos toca, transformarla.

Esa es pues, la propuesta. Una auténtica teoría de las pasiones, destinada a producir una bella individualidad en el contexto de nuestro mundo contemporáneo: subjetividades fuertes, dotadas para la abundancia, la magnificencia, el placer y la amistad.