Iztapablues / mayo de 2018

Yo he devorado tú
me has devorado
en un único incendio.

Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo.

Ángel González, Inmortalidad de la nada

i.

¿Eso que suena son balazos, Miguel? No, amor, deben ser cuetes, alguna fiesta o algo por el estilo, tranquila… / Karen dormita y sostiene el envase de cerveza con la mano. Por momentos se incorpora y bebe un poco, para después sumergirse de nuevo en la antesala del sueño. Y el trago en la mano, que no se derrama. / Los perros callejeros enloquecen en las madrugadas. El silencio lo ocupan los ladridos. Y desde el cuarto —más aún— desde la cama, es posible observar la incipiente luna. Seguro por eso están inquietos. / Suena una ráfaga y bebo otro shot de vodka. En dos horas he acabado con más de la mitad de la botella y aún no me siento listo para dormir. / No me mientas, Miguel, eso que suena son balazos… / La semana pasada mataron al Ojos, y en Santa María se quemó mucho plomo. Porque aquí el queso lo parte el Cártel de Tláhuac. / Sí son balazos, pura pistola escuadra. Y quien sabe rafaguear’ sabe de armas. Pero aquí los balazos son como los ladridos de los perros… No pasa nada amor, tranquila… / Mi familia tenía armas. Pero eran buenos tiempos: los del revólver. Un día me metí en una bronca con un güey que decía que era la rata. Acordamos un tiro y lo noqueé con una patada recta. Y cuando volvió en sí me amenazó con una 9 mm. Órale, pinche chamaco, lléguele a la verga… Mi hermano se enteró y llegó a encañonarlo con una Colt. Y el otro pidió perdón: que no hay peor miedo que el de un hombre poco honorable que sabe que puede morir. / Karen se queda dormida por fin. Hay unos leves ronquidos, tranquilos. Intuyo el envase de cerveza y se lo quito poco a poco. Lo deposito en el buró, intacto… Una camioneta pasa a toda velocidad. Música de banda, narcocorridos. El sonido de la tuba nocturna se va perdiendo poco a poco. / Y una ráfaga más… Y yo que no logro la suficiente tranquilidad para poder dormir… Pero esta vez un shot de vodka y otro más… Mientras los perros siguen ladrando… Y la madrugada se va extinguiendo como una descarga…

ii.

El chacharero me pide 3,500 por la Remington. No seas cabrón, es igualita a la que tenía Eusebio, en casa de Coral, una reliquia. Mi silencio encuentra réditos: ya carnal, pues ofréceme. La neta te junto una milpa, y sin triangular. Triangular es la forma más sencilla de negociación. Cámara, chingue a su madre, 1200, nomás’ porque no fui a la Reno’ /

Mi carnal colecciona navajas. Es un hombre generoso y humilde. Me ofrece un huevo de caguama mientras me platica de su más reciente adquisición. En otro contexto me sentiría culpable, pero prefiero entregarme al disfrute. La yema se disuelve y encuentra potencia en la salsa Buffalo. La navaja es gringa, de colección, corta, como un puñal. Apuñalar es un arte. Y mi hermano sigue hablando, como un coleccionista. La luz de un niño en su mirada, el fuego. /

Elissa me recuerda a los chachareros, y a mi hermano. Su padre fue un pintor de altos vuelos. Alcohólico. Toda su casa es un viaje, como una biografía del artista extinto de forma prematura. Lo único malo de su depa son sus vecinos Airbnb, casi siempre gringos del tipo escandalosos, no les entiendo. Me pide consejos para ordenar su colección de arte popular. Yo que de eso no sé nada. Mejor burlarnos de los hipsters de la Roma. Va pasando uno por la calle: ui sí, soy artista. El ajenjo en la mano y la escultura de Adolfo, que me observa sin filtros, como un espejo infernal… Elissa cocina y me habla de su padre. La abrazo y después ya estamos cogiendo. De esas cogidas rápidas y exquisitas. Allí mismo en la cocina. Qué importa el escándalo de la vecina gringa. Cuando bebo no puedo controlarme. /

Voy muy rápido en la bici, ahogado de borracho. Estuve a punto de caer, pinches baches de Iztapalapa. Tengo que guarecerme un poco, la madrugada es gris. La rata llega y yo pienso que ya chingó a su madre. Pero no, bebemos caña y me encaminan. Y de nuevo los perros. Qué absoluta calma. En este barrio soy inmortal. Tengo muchísima hambre. Cuando bebo no puedo controlarme.

iii.

Hace dos días estuve en Reforma Política. Me invitó mi amigo Eliseo a cenar, después de estar bebiendo en el panteón de Aztahuacán. Allí, entre las tumbas, nos bajamos un tequila mientras hablamos de nuestros muertos. Hace tiempo que no tenía una charla tan intensa. En términos de literatura. La soledad y el olor de de esas flores. Que desde niño me desagrada. Y las tumbas con los apellidos que identifico un poco más. Porque puedo jactarme de que conozco mejor el pueblo, de manera genérica. Y es así porque me he hecho de varios amigos. En algún momento me dejé llevar y caminé hasta la tumba de mi abuela. Tenía unos 15 años de no visitarla. No tenía conciencia de que conocía su ubicación. Eso me impactó mucho. Porque soy hombre de simbolismos. «Eres un místico», me dijo Karen cuando nos conocimos. Y yo sé que debería dejar esas payasadas y tornarme al pragmatismo para estar mejor. Pero me consuela saber que lo he intentado, aunque de manera infructuosa. /

Caminamos hacia Reforma Política. Eliseo piensa que conozco el barrio, pues vivo del otro lado de Ermita. La verdad es que nunca he estado aquí. La colonia es de una belleza absoluta. Tiene esa estética tan de Iztapalapa, ese movimiento: los cables como telarañas, las casas sin pintar, la «anarquitectura». Después de cenar lamento despedirme. Porque tengo un impulso dipsómano y no sé qué pueda pasar… Percibo la tensión natural, la violencia. Algo va a pasar aquí… Un perrito de aguas me sigue un par de cuadras. Está rengo y muy sucio pero es bellísimo: le chiflo y lo nombro nieve. Eres bellísimo, nieve, como los poetas del diecinueve atroz. Cuando cruzo Ermita volteo hacia Reforma Política. Diablos, algo va a pasar allí. Después doblo en la calle del Llano, donde me encuentro un transexual. Cuando me interno en Santa María alzo la mano a manera de saludo. Y también de despedida. /

Hoy hubo un incendio en Reforma Política. A dos cuadras de donde cené. Alguien subió un video y lo tituló INFERNALES COLUMNAS DE FUEGO. Así, con mayúsculas. No hay nada más simbólico que el fuego. Le marco a Eliseo. Y mientras entra la llamada pienso que cada vez estoy más cerca de la novela. Cada vez más cerca…

Fotografía tomada de internet