para Alma Rosa
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el ave de la poesía quiso anidar:
su elección fue un poste de luz
que sólo podía ser mirado desde el segundo piso
de una casa dispuesta hacia el oriente:
de fondo el cerro de santa catarina
carcomido por el concreto de las casas,
sin detalles ni coloraciones, casi en obra negra.
el ave de la poesía no pudo cubrir con sus alas
todas sus creaciones:
fueron estrellándose una por una
en el asfalto gris,
devoradas por las ratas de colas descarapeladas
que salían de sus escondites
con la velocidad de un chasquido,
como una lejana luz extinguiéndose…
el borracho va dando tumbos
lo ha olvidado todo porque lo recuerda todo;
la lluvia se evapora en su piel —donde en lo profundo
yace la condena que horada y no deja dormir.
y la sangre hierve y todo es mecanismo:
que hasta el hormiguero y sus larvas blancas
quisieran devorarnos…
la panza del borracho es cuero de vaca
a punto de parir
donde fermenta el agave horneado
que pronto será el más claro de los destilados
(la entraña es carne,
y el poema es destilación de sangre viva)
la esperanza es el pájaro que nace de nuevo
en ese nido eterno del poste de luz
que habrá de caer una vez más
o de remontar el vuelo
y apuñalar el alma de esta vieja ciudad
—allí en lo más alto
que es también lo más profundo…
Fotografía: ‘Ave de la poesía’, Miguel Juárez Figueroa, 2017
