i.
Ahora que la memoria y su tropel de recuerdos
adviene en los poemas que plasmaba Goethe
en el cuerpo de sus amantes,
dibujados en tu espalda;
los viajes ya no son estanterías de bestsellers
que venden verdades y formas;
sino los primeros libros que leí
con la VOLUNTAD más sincera:
páginas enteras con grabados de criaturas maravillosas,
(llamadas stegosaurios o algo así);
que después vi más de cerca con lentes bicolores
cuando mi papá me llevó por primera vez al cine.
Los viajes son de nuevo la VOLUNTAD,
la tierra de nuestra identidad;
que descubrí cuando ayudé a mis hermanos
a desnudar las formas de aquellas criaturas
escondidas en las piedras de obsidiana;
el primer mezcal: su viaje de la garganta
al pecho.
La exacerbación de los sentimientos
de la opera prima de mi borrachera
en lo alto de las montañas.
Lágrimas y risa, el pulque de la Ciénaga.
El pozol a la sombra del zapotal
y las nubes de algodón descubriendose
en un ángulo perfecto para moldearse
en historias.
ii.
Es esa VOLUNTAD dado-dándose;
la de Unamuno,
el sentimiento
a partir de la inspiración y
no después
de las certezas.
iii.
¿Alguna vez llegaremos a conocernos por completo?
Jamás. Ni en el aniversario de Comte.
Imagen tomada de internet
