1.
Dolor. Cuerpo que es dibujado por hilitos de luz inclementes que se cuelan por la ventana. Sueño interrumpido por un despertador-natural programado erróneamente. Olvido: urgencia de ir al tianguis a visitar a los nómadas oníricos.
—¡Seas-cabrón! Mércame un recuerdo, traigo la sustancia del olvido encima.
—Lo siento, no me sale mi compa. [El olvido (según Rosset) se caracteriza no por una pérdida del recuerdo, sino más bien por una omnipresencia de recuerdos, por el tropel indiferenciado de los recuerdos que, durante el olvido, afluyen en orden tan cerrado que se hace imposible localizar el recuerdo buscado]. Ponle algo más.
«Regateo inevitable»
—Te regalo el atardecer rosa que traje de las montañas
—A ver

—Yastás.
2.
“Resulta que estabas en el tianguis pagano hace como 15 años. Un día completo en el que “Compraste sueños materializados en figuras de plástico. Flores con gotitas de rocio artificiales. Dinosaurios de formas imponentes con uno que otro resabio chamuscado brotando de alguna patita o lomito rasposo. “Inspeccionaste incrédulo la ofrenda que ofrecía tu pueblo a sus penas. Descubriste sombras que reflejaban la quietud de la quietud hasta que, asustado, te alejaste con el olor del incienso del copal. “Observaste la congregación de energías: botellas de caguamas vaciándose rítmicamente en honor a una final pambolera. Casi tercer título de los toros Neza: ¡Chingao! ¡Casi el tercer título! Tu padre con su jersey del equipo olorosa a una larga jomada de trabajo. Sus manos de obrero pintadas de blanco por los remanentes de la harina que habría de convertirse en pan. Cabizbajo, triste. La última vez que apostó. La última vez que bebió más de una semana seguida. “Te maravillaste, según esto, ante el protocolo pagano de apropiación de la calle:
Fronteras dibujadas por luchas soberanas con los autos, advenimiento de un dominio inefable: conquista del esfalto.
Destrucción de anaqueles: adiós caras de fuchi y miradas incomodas. Desde el Palacio del Suelo, no de Hierro, ¡Les saluda nuestra porra!
Puros matices de lo plural, con arrimones y albures de por medio, las más raras mercancías nadie teme mercar.
“Así conociste a los nómadas. Olvidaste:
Que los hay gruñones; desparramadores de mercancías así nomás, bien chiles: lanzadores de largos rollos de alfombra roja imaginaria que forja con magia menesteres y biznes.
Que los hay serios; dedicados a la tarea de la imagen, esculpidores de la primera impresión. Estructura de millones de herederos, de la historia del Anáhuac y sus ritos.
3.
Adiós recuerdo y… ¿olvido?
Actitud caprichosa del cuerpo, gestación segunda de la cruda. El puesto de mariscos “del compa” aguarda; inmejorable momento para beber una chela empañada y sofocada (cual rama-de-jacaranda-con-roció-en-primavera) por los rayos intolerantes de la una de la tarde.
Fotografía: ‘Atardecer rosa’, Miguel Juárez Figueroa, 2010
