Acróstico

¡Venturoso sueño! Seguiré cantando
A Diótima
Hölderlin

Los ojos azules y su fulgor de cobalto trascienden los lunes
ilusorios: llegan hasta las noches de callado pensamiento, justo cuando
Diótima aturde el corazón y su avispero. Yo tengo el afán de a lo
ignorado darme, creyendo que ser bueno en ese afán consiste. Y
ante el recuerdo de tu arquitectura no lo dudo: es cierto lo que siento.

Resabios de uva en sazón escancian destellos de
ojos moros en tu piel. Y tu voz tersa de olas matutinas no
mina un atisbo de mi sobria timidez: mis palabras vagan
encauzadas a la nada. Sueño hilvanar notas musicales para no
regatear claridades al sentimiento que se añeja. Pero despierto y
oteo gastados circunloquios. Y resignado escribo en mi pobreza.

Mas tu inmensa humanidad es cortesía de los cielos
andaluces: tierra escondida en tu blonda cabellera, que
refulge como un tesoro inalcanzable a los incautos.
¡Que se incendien las palabras ante eso! Nada valen cuando
uno regresa de la muerte: pues sólo importa vivir y amar
expertamente. Y yo resucité con la balada, de tu
zarabanda… / Y estoy viviendo desde entonces…

‘Mujer asomada a la puerta del jardín’. Óleo sobre lienzo, Julio Romero de Torres, 1902