a.
En el colmo de la des-mistificación: es probable que hayas pisado mis huellas hacia el metro Universidad; es posible que no hayas podido evitar mirar al sujeto con un pie casi podrido pidiendo limosna; es posible que no hayas sido tan cruel, al igual que yo, de no recompensarlo con un apoyo para su placebo en el picadero; es posible que hayas escuchado al afilador de Santo Domingo reñir con otros ebrios; es posible que hayas percibido el olor de una-dos-tres-cuatro-cien-mil jornadas de trabajo intentar salir de los vagones en cada estación… es posible que también me hayas mirado cuando atónito no pude hacer nada ante el advenimiento de tu secularización…
b.
Relátame el momento exacto en que te impregnaste de esa idea que se contagia rápidamente y que pone como negativo lo más oculto, de eso que se supone una empresa universal por hacer de unos cuantos el placer, de eso que los unos atacan y ponen en el nivel de la cotidianidad para vulgarizarlo y los otros enarbolan como lo más desdichado. Dime amigo mío el momento exacto en que decidiste privatizar nuestro secreto.
c.
Después la inevitabilidad del rostro reflejado por el papel transparente del espejo líquido. Los ojos distorsionados por ondas perfectas causadas por la imprudencia de la nariz buscando fusionarse con el mundo irreal. Un aparentemente viejo decrepito tratando de poner en su lugar lo que alguna vez fue carne joven y ahora solo se representa como el rostro de un mastín napolitano que no refleja sencillez, grandeza y fortaleza, sino el cansancio de la gravedad del tiempo que le ha causado jorobas por todo el cuerpo.
Se pregunta en qué sentido se orientaran los siguientes segundos claves en su historia. Desconoce e intenta no olvidar la oposición binaría que acaba de descubrir de una categoría poética. Se recuerda que dicho antagonismo lo guiará a la entropía. Se imagina a sí mismo como el chorro de sangre de un cadáver que encuentra un camino caprichoso y huye lo más rápido posible de la lengua del mundo carnívoro sediento. En su abstracción prefiere imaginarse tal cual, desfigurado y anti-humano, muerto en un valle sin amenazas.
Se imagina como la sangre de un cadáver que se evapora… Sangre que tiempo después se purifica y que cae inevitable, cristalina… Y que muere al caer y al mismo tiempo da vida…
Imagen: ‘Ecce Hommo’, Benjamín Domínguez, 2013
