Apuntes sobre el poema de La Cierva Blanca

I.

Comparaciones y similitudes, se encuentran de vez en cuando en literatura, generando sentimientos encontrados que son evidencias inmejorables de la apreciación subjetiva del arte (ese espectro de quienes no sabemos mucho de reglas, periodos, ni recitamos autores completos; pero disfrutamos con todo las letras).

Si en política la ideología determina los textos que uno lee o como interpreta los que no quiere leer; en el arte nuestro estado actual —y todo lo que este implica— va orientando nuestras lecturas, y hasta es posible que nos permita ver cosas que para los demás pasen desapercibidas. Eso me pasó hace unas cuantas semanas, no más de tres meses.

Los autores: Marcel Proust y Jorge Luis Borges: las conexiones entre los dos autores las desconozco más allá de la crítica realizada por este último a la empresa proustiana por considerarla titánica, innecesaria y utópica (una indirecta muy directa se encuentra en el texto de Funes el Memorioso). La similitud: un pasaje y pensamiento sobre la imagen de una muchacha campirana en el primero, y el poema de la cierva blanca en el segundo.

El poema de Borges demanda su esencia en la mitología celta, metáfora del sueño, del amor imposible, de la utopía. Panfleto de vida para muchos, si se me permite.

En busca del tiempo perdido de Proust, aparente creación pedante, es al fin y al cabo institución y estructura de la existencia humana. La propuesta de llevar, también, la vida al arte, de ser los personajes de la novela que se de-construye cada instante.

La cierva es animal campirano, habitante de la primera coyuntura del proceso civilizatorio, y por lo tanto, de la nostalgia del hombre por el pasado. La muchacha campirana a la que alude Proust representa aquel espectro de existencia donde los grandes parámetros se modifican sustancialmente, máxime el tiempo.

Las similitudes me han hecho pensar en que la representación del campo ilusorio, del sueño, del recodo y de tantas otras metáforas presentes en éste mito podrían representar intentos por explicar categorías concretas.

¿La Utopía? ¿El amor?

II.

La Cierva Blanca. Jorge Luis Borges

¿De qué agreste balada de la verde Inglaterra,
de qué lámina persa, de qué región arcana
de las noches y días que nuestro ayer encierra,
vino la cierva blanca que soñé esta mañana?

Duraría un segundo. La vi cruzar el prado
y perderse en el oro de una tarde ilusoria,
leve criatura hecha de un poco de memoria
y de un poco de olvido, cierva de un solo lado.

Los númenes que rigen este curioso mundo
me dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal vez en un recodo del porvenir profundo

te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.
Yo también soy un sueño fugitivo que dura
unos días más que el sueño del prado y la blancura.

III.

“Mientras tanto, el coche se alejaba, la muchacha se quedaba atrás, y como carecía con respecto a mí de toda noción de las que constituyen a una persona, sus ojos, apenas vistos, ya me habían olvidado. ¿Me parecía tan hermosa quizá por haberla visto así, tan fugazmente? Puede ser.

«A poco que oscurezca no hay torso femenino mutilado, como un mármol antiguo, por la velocidad que nos arrastra y por el crepúsculo que le ahoga que no nos lance, desde un recodo del camino o desde el fondo de una tienda, las flechas de la Belleza; esa Belleza que sería cosa de preguntarse si en este mundo consiste en algo más que en la parte de complemento que nuestra imaginación sobreexcitada por la pena, añade a una mujer que pasa, fragmentaria y fugitiva.

«Me parecía más hermoso un mundo que deja crecer así en todos los caminos del campo unas flores tan vulgares y a la par tan raras, tesoros fugitivos del día, regalos del paseo, que dan sabor nuevo a la vida y que sólo por circunstancias contingentes, que quizá no se volverán a repetir, no podía yo gozar ahora.

“Pero quizá al esperar que algún día, con más libertad, pudiese encontrarme en otros caminos con muchachas de ésas no hacía ya otra cosa sino empezar a falsear ese elemento, exclusivamente individual, que tiene el deseo de vivir junto a una mujer que nos pareció bonita; y por el mero hecho de admitir la posibilidad de que naciera artificialmente reconocía implícitamente su cualidad de ilusión.

“Y aunque vi que mi propia imagen se reflejaba furtivamente en el espejo de su mirada, según un índice de refracción para mí tan desconocido como si se hubiese colocado en el campo visual de una cierva. Pero a mí no me habría bastado con que mis labios con que mis labios bebiesen el placer en los suyos, sino que también los míos habrían de darle a ella ese placer; y del mismo modo deseaba yo que la idea de mí que se entrara de ese ser, que se prendiera a él, no sólo me ganara su atención, sino también su admiración y su deseo, que la obligara a conservar mi recuerdo hasta el día en que pudiera volver a encontrarla.

Proust, Marcel, En busca del tiempo perdido. 2. A la sombra de las muchachas en flor. Ed. Alianza Editorial, 2009. (353-364)

IV.

Coincidencias en cuanto un recodo, una ilusión, una tarde, un sueño fugitivo, un prado, un momento, una cierva, lo fugaz.

Un recuerdo.

‘Cierva Blanca’, Imagen tomada de internet

5 comentarios sobre “Apuntes sobre el poema de La Cierva Blanca

  1. Un recuerdo, más que eso, una ilusión, las coincidencias son evidentes. Me viene a la mente una frase de Faulkner: «Memory believes before knowing remembers» curioso el mecanismo de algo tan fugitivo como la memoria, o incluso el mecanismo mismo de la construcción de la memoria.

    Me gusta

Replica a Miguel Juárez Figueroa Cancelar la respuesta